FLINGAR IMPERIALIS

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Cronica IV

Dificultades con el Imperio Dubnio







El problema no había avanzado ni un ápice. Una región de tierras que ambos imperios, el dubnio y el flingardiano, se disputaban. Era una comarca crítica por poseer grandes yacimientos de metales preciosos que ambos contendientes pretendían para si. Ya habían chocado ambos imperios en el pasado con resultados dispares. Pero últimamente, movilizaciones dubnias de mayor envergadura preocupaban a los flingardianos.





El ejército flingardiano, tras volver de su reciente lucha contra la amenaza del caos, recibía ahora el nuevo tanque de vapor comisionado por las mentes más brillantes del Imperio. Siendo una mejora lógica del Könislav MK2, este nuevo ingenio (simplemente denominado Könislav MK3) ofrecía un motor de vapor de tres tiempos y poderosos brazos mecánicos con los cuales cortar y decapitar a los enemigos. La otra mejora había sido la reducción del personal operativo involucrado. Mientras el MK2 necesitaba un artillero, un comandante y un ingeniero, en la nueva versión sólo el comandante era necesario para gobernar por completo todas las funciones. Había grandes esperanzas depositadas en el nuevo vehículo imperial y la batalla contra los dubnios se hacía cada vez más inminente con el pasar de los días.




El Könislav MK3, saliendo de las factorias industriales de Flingar.





Por su parte, en el Imperio Dubnio también creían que el futuro de las batallas serían ingenios mecánicos. Su modelo, por ende, presentaba menor blindaje pero mayor velocidad y estabilidad. Días antes del combate, y sabiendo sobre la cercanía de la insólita batalla contra los vecinos de Flingar por determinar quien tenía el Tanque a Vapor más letal, el Conde Elector del imperio dubnio se apersonó una noche en bata y algo alcoholizado a un taller próximo donde los perezosos constructores imperiales seguían trabajando en el blindado.




El refinado y elegante tanque dubnio.





El Conde Elector quedó asombrado por la elegancia del rodado y su estupenda y exquisita línea. Sus detalles en oro, sus cañones lustrosos y su blindaje reluciente y pulido donde podía ver reflejado su sereno rostro.

Encantado con la obra de sus expertos constructores, se acercó al jefe de los laboriosos mecánicos que intentaba colocar un frapé de champagne en la cabina del conductor del tanque, y le preguntó:

- Dime, noble e insensato ingeniero, ¿cuáles son las mejores prestaciones que podemos obtener de este sublime tanque a la hora de combatir?

A lo que el ingeniero respondió:

- ¿Combatir?







Y así fue como aquella mañana, dos días antes del desafío de tanques, el Conde Elector de Dubnia se reunió con el Capitán Imperial y el Sacerdote Guerrero local -que había terminado de casar a una joven pareja- y prepararon a las tropas.

Conociendo el desprecio del Conde Elector por la magia, éste no invitó al Mago al cónclave. Sin embargo, como siempre ocurrió, sería convocado a la lucha donde nadie lo valoraría y se burlarían de él haciéndolo llorar en ocasiones.

Así pues, se sortearon a aquellos infelices que lucharían en los indeseables destacamentos imperiales. Fueron escogidos según los números de la quiniela vespertina de Dubnia. Sus familiares los despidieron en el acto y todos aprovecharon para hacer sus testamentos.

En otro punto del imperio, las dotaciones de los cañones también se preparaban. Harto conocida es la impericia de la artillería de Dubnia, sus cañones suelen tener problemas en todas las batallas, lo cual produce las rabietas del Conde Elector.

Sin embargo el imperio confía en estos atolondrados trabajadores de la pólvora y el acero a quien el Conde los conminó a practicar estimaciones de distancia en las barracas del Sur. Se dice que fuera de la vista de los oficiales del Imperio estos insubordinados en realidad aprovechan las tentaciones de los burdeles y tugurios de la zona para dar rienda suelta a sus mas bajos instintos, regresando a la mañana siguiente con restos de pólvora en la nariz.

Por su parte, el Capitán del Imperio llevó al Pegaso al veterinario y lo cepilló para la batalla. Consciente de que el enemigo apuntaría sus arcabuces contra él, el Capitán trató de pasar el mayor tiempo posible con su mascota jugando con un disco en el parque del Imperio, arrojando ramas que el Pegaso le traía, haciendo piruetas y todos esos juegos que tanto gustan a los pegasos.









El día fatídico, ambos contendientes se presentaron tras fracasar las negociaciones diplomáticas de último momento. Los dubnios trajeron un destacamento de arcabuceros, espaderos apoyados por alabarderos, dos unidades de caballería, jóvenes e inexpertos herreruelos, un capitán en pegaso, dos cañones y su tanque de vapor último modelo. Los flingardianos, por su parte, presentaron una unidad de caballería, tres unidades de arcabuceros cuyos capitanes estaban entrenados en el uso del temible rifle largo de Hochland, tres cañones, una unidad de exploradores, lanceros, un capitán en el afamado pegaso mecánico flingardiano y, finalmente, el Könislav MK3.



Despliegue flingardiano. Tanque de vapor Könislav MK3 apoyado por una dotación de arcabuceros y un pegaso mecánico.






El despliegue dubnio, con gran concentración de tropas alrededor del tanque de vapor.




Sin perder tiempo, el gigante de Flingar avanzó y disparó sus cañones contra su contendiente. Causó un daño mínimo, mientras los otros cañones eligieron blancos distintos. La unidad de exploradores, armados con pistolas, sorprendió al enemigo escondiéndose en una casa cercana sólo para salir de allí adentro disparando. La caballería avanzó confiada y el pegaso mecánico surcó con su gigantesca turbina los cielos para llegar a la retaguardia enemiga. El avance dubnio no se hizo esperar. Su tanque disparó e impactó al enemigo, causando graves averías. Chispas, humo y chorros de vapor aparecieron por toda la cubierta del Könislav MK3. Las tropas dubnias, más cautas, avanzaron poco.





El despliegue flingardiano, a vuelo de pájaro.





Agresivo avance flingardiano con el tanque, la caballería, el pegaso y los exploradores.




Sin dudarlo, el pegaso mecánico flingardiano cargó con extrema violencia contra uno de los cañones dubnios, arrasando a sus infortunados artilleros. Sin embargo, hubo ahí un punto de inflexión en la batalla. Porque los expertos artilleros flingardianos fallaron, inexplicablemente sus disparos; y uno de los cañones se trabó. El momento fue aprovechado por el enemigo para continuar un avance lento pero regular. El golpe de suerte lo tuvo el cañón dubnio funcional, quien a una distancia fantástica logró impactar de lleno en la caballería enemiga. Tres caballeros murieron automáticamente ante la letal carga, y quizás fuera ése el principio de la caída flingardiana. Los arcabuceros flingardianos flaquearon en sus descargas, e incluso los expertos tiradores que operaban los Hochland fallaron imprevisiblemente sus disparos. Las tropas dubnias aprovecharon el momento para cercar el tanque enemigo. Su capitán se acercó peligrosamente a un cañón flingardiano. Éste disparó defensivamente pero sufrió una avería que lo dejó inutilizado. Los pistoleros imperiales continuaron hostigando uno de los flancos enemigos y se trabaron en combate con alabarderos.




El duelo de tanques, a distancia.





El tanque flingardiano disparó nuevamente; el cielo mismo tembló ante el estallido de la brutal descarga. Contra toda predicción, el disparo erró al tanque enemigo, oportunidad para que los artilleros dubnios respondieran el fuego. La bala impactó de lleno en el vehículo enemigo con una nube de chispas y humo; su comandante estuvo a punto de evacuar. Todos los sistemas estaban comprometidos y ya era imposible generar vapor para nada. El coloso flingardiano estaba herido de muerte.





Los dubnios cobraron valor ante el infortunio enemigo y presionaron aún más duro en todos los flancos. Un cañón flingardiano estalló, para sorpresa de aliados y enemigos por igual; y esto marcó la pérdida de un cuadrante para los flingardianos. La caballería flingardiana fue borrada tras una violenta salva de arcabuces y cañones enemigos. Tripas de caballos y sus jinetes fueron esparcidas por todo el campo de batalla. El capitán, a bordo del pegaso mecánico, destruyó tras esto la unidad de arcabuceros enemiga.




Mientras el pegaso dubnio cargaba contra un cañón enemigo, el sacerdote guerrero (único superviviente de la unidad de caballería) intentaba volver al combate. Algunos artilleros huyen desmoralizados.




Sin embargo, ya era tarde para el esfuerzo flingardiano.





El Könislav MK3, orgullo de la industria pesada flingardiana, yacía inerte en el medio del campo de batalla. Sus calderas estaban inestables y había fuego y humo por doquier. Presintiendo lo peor, un artillero del cañón que había estallado se las arregló para comunicarse mediante palomas mensajeras con un Zeppelin aliado cercano. Dio instrucciones específicas y coordenadas y envió la última paloma antes de morir. El Imperio Flingardiano siempre recordará a ese valiente artillero con honor. Porque el Zeppelin perteneciente a la 5ta flota aérea de Volgogrado recibió una de las palomas y puso rumbo a la batalla.



El valiente capitán flingardiano, defendiendo el tanque de su país con la vida.




Mientras tanto, el capitán se plantó delante del malogrado tanque a vapor flingardiano en una posición defensiva. Desafió al vehículo enemigo y se dispuso a hacerle frente. Lo que sea con tal de no perder la valiosa unidad MK3, orgullo del país. Retando la muerte, se interpuso entre ambos tanques. Por el flanco, la caballería enemiga intentaba llegar a golpear el MK3. El capitán flingardiano tuvo que elegir. Y eligió bloquear los caballeros enemigos.





Finalmente, la batalla llegó a su clímax. Las calderas del tanque dubnio vomitaron un humo negro y espeso; el gigantesco prodigio mecánico cargó en toda su gloria contra el enemigo. El comandante del malogrado MK3 apenas si podía extinguir los fuegos que arrasaban la cubierta. El choque de los vehículos fue espectacular. El metal luchó contra el metal. El tanque dubnio golpeó con furia su rival en un intento por destruirlo completamente. Todos los hombres guardaron silencio. Hubo incertidumbre en el corazón de los flingardianos; hubo gloria en las almas dubnias.




El épico choque entre los tanques.







Tras el estallido inicial, cuando la enorme nube de tierra y humo estuvo disipada, fue visto el resultado de tan violenta carga. Increíblemente, el tanque flingardiano no había recibido daño. Su blindaje frontal fue tan resistente que ni siquiera una potente carga como esa le había hecho daño. Los brazos del MK3 habían ayudado a frenar el avance del coloso enemigo. El conde elector dubnio bramaba furioso.




Heroica resistencia. El MK3 sobrevivió los embates del tanque rival y el sacerdote guerrero; mientras el capitán en pegaso mecánico enfrentaba sólo una unidad de caballería.





Los flingardianos recuperaron el brío ante la demostración del poderío de su ingeniería. En un último esfuerzo desesperado, arcabuceros borraron a los herreruelos enemigos y mataron a tiros el pegaso dubnio (la bestia cayó con un bramido sonoro; su capitán continuó luchando a pie). El valiente capitán del pegaso mecánico aguantó solo la carga de la caballería enemiga sin mella alguna y pudo matar con su pistola a uno de los enemigos. Antes de darle tiempo a los dubnios a reagruparse, el Zeppelin flingardiano disparó bombas de humo sobre el campo de batalla; momento que el comandante del Könislav MK3 aprovechó para forzar las calderas hasta límites insospechados. El gigante de Flingar bramó cansado, hubo algunas explosiones internas y finalmente, generó la potencia suficiente para huir. El resto de las tropas siguieron su ejemplo.







Desenlace



La batalla se inclinó levemente para el lado de los dubnios. Si bien sus bajas fueron importantes, fueron decididamente menos que las flingardianas. Su tanque apenas si sufrió alguna avería menor. Levantaron campamento en el lugar y comenzaron a disparar contra el Zeppelin flingardiano, obligándolo a retirarse. Sin embargo el Könislav MK3 había probado se un adversario más que digno; su avanzada ingeniería le había permitido escapar de una situación totalmente adversa. Los dubnios festejaron ese día, mientras en las factorías industriales de Flingar Capital, ejércitos de trabajadores se ufanaban en reparar el MK3. Ambos contendientes sabían que sólo era cuestión de tiempo: Flingar volvería. Y con refuerzos.





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