FLINGAR IMPERIALIS

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Revolución!









El clima era de gran tensión. Ministros entraban y salían de la amplia sala del trono imperial. El Oberkommando flingardiano, con expresión adusta y circunstancial, se mesaba el cabello mientras le llegaban informes. Había una mesa grande, con un mapa del Archipiélago Oculto desplegado. Las silenciosas cavilaciones del líder de Flingar fueron interrumpidas abruptamente por un ministro:

- Esto no puede continuar así y lo sabemos. Mantuvimos la farsa tanto como pudimos, pero el descontento civil es grande. Hace años que tendríamos que habernos librado de esta lacra.

El Oberkommando dirigió una mirada a sus otros ministros buscando, quizás, una opinión distinta. Pero eso no sucedió: los altos mandos del Imperio estaban de acuerdo en que la presencia de Archilectores, Sacerdotes Guerreros y demás miembros de la eclesiastía sigmarita no hacían más que molestar y retrasar el progreso tecnológico.

- Creemos que es el momento ideal. Se avecina un gran cambio en el mundo, señor, y aprovechando el tumulto el plan podría funcionar.

- El pueblo reclama cambios -aportó desde el fondo un flingardiano alto de barba hirsuta- y es nuestro deber provocar esos cambios.

Un murmullo general recorrió la sala. El Oberkommando reclamó:

- Silencio! Fuera todos de la sala. Necesito pensar. Para antes del anochecer, tendré un veredicto.


Los hombres abandonaron el cuarto, sus pesadas botas marchando casi al unísono sobre los pisos de piedra. El Oberkommando, máximo líder de Flingar, tenía que tomar una decisión. Se sentó en el trono y contempló con la mirada perdida el mapa.



La base imperial de Sevastopol.







Bien es cierto que la presencia del culto sigmarita en Flingar siempre había causado algunas rispideces tanto con el pueblo como con los gobernantes de Flingar. Sin embargo, los flingardianos estaban obligados por el Emperador a aceptar la ayuda, consejo y monitoreo de dicho culto, bajo pena de ser declarados herejes. Cierto es que en alguna que otra batalla el esfuerzo del Archilector de turno había logrado algo, pero visto en perspectiva todos los años de yugo sigmarita habían causado profundos resentimientos entre los militares. Los generales imperiales veían limitado el número de máquinas de guerra que podían desplegar y a menudo se encontraban con que el Archilector cambiaba sobre la marcha y bajo su criterio los planes de batalla. En épocas de paz se los veía husmeando en fábricas, galpones y depósitos militares buscando supuestas "herejías", conducta que cesó el día que quisieron exorcizar un tanque de vapor. Todo este control ejercido por el Imperio sobre la provincia de Flingar generaba, por supuesto, resquemor entre éstos últimos.



Base imperial en las costas de Nizhny Novgorod.





El escaso avance logrado en la campaña del Archipiélago oculto fue la gota que derramó el vaso. Iracundos, los altos mandos flingardianos estaban estudiando hacía ya varias semanas la posibilidad de llevar a cabo el verdadero anhelo de Flingar: declararse un estado separatista del imperio. En teoría era una solución ideal a los problemas que los aquejaban, pero en la práctica era muy arriesgado. Nadie sabía bien cómo reaccionarían ni el Emperador ni los demás pueblos. El Emperador podría optar por declararlos herejes y purgarlos, haciendo uso de todos los demás ejércitos leales al Imperio, o podría simplemente abandonarlos a su suerte. Este último escenario es el que daba algo de esperanza a los flingardianos, ya que confiaban que su técnica superior podría mantenerlos a salvo de las amenazas presentadas por otras razas. La ganancia potencial, además, era inmensa. Flingar podría dar rienda suelta a su productividad masiva como nunca antes. No habría trabas en la investigación científica ni se exigiría una revisión eclesiástica sobre cada pieza de artillería hecha. El pueblo de Flingar estaría más contento ya que no recibirían ese inútil dogma imperial que los sigmaritas querían imponerles. Se abrirían nuevas posibilidades comerciales con razas con las cuales los eclesiásticos prohibían terminantemente tener trato.



La escasa dominación imperial en el nuevo mundo, mostrada en el mapa, habría ayudado a los altos mandos a tomar la decisión.







Decisiones, decisiones, pensó el Oberkommando. Suspiró. Tomó un libro de historia y lo abrió en una página al azar. Miró algunos mapas, leyó algunos nombres. Flingar estaba en pleno crecimiento desde hacía ya varios siglos. Se preguntó a sí mismo cómo lo recordaría la historia: ¿como el Oberkommando que llevó a Flingar a romper las cadenas de la esclavitud, o como el artífice de su destrucción? Tales fueron los pensamientos de este hombre atribulado durante toda una tarde, y al caer la noche mandó llamar a sus asesores y a una inusual cantidad de escribas. Los ministros entraron con gran expectativa. Con gran vozarrón el Oberkommando habló:


- Señores, lo he decidido. Siendo hoy el día de la fecha, en las últimas horas de luz, quiero que los escribas anoten que Flingar se librará del parasitismo eclesiástico que nos ha plagado desde los albores de nuestra fundación. Que se sepa a lo largo y ancho del territorio de Flingar, desde los enclaves periféricos hasta la misma Flingar Capital, que la noticia sea conocida en Volgogrado, Ivanovo, Belarus, Vologda, Leipzig, Bonn y en todas las demás ciudades flingardianas, que se haga eco de esta noticia hasta en las bases de Sevastopol, Nizhny Novgorod y Brest, e incluso que lleguen las nuevas hasta los territorios de ultramar de Flingar: desde este mismo instante renunciamos definitiva e indeclinablemente al culto a Sigmar y a cualquier otro culto de índole mágico-religiosa, renunciamos a creer sin pruebas y denunciamos todo aquello que no pueda ser medido, mesurado u observado por nuestros hombres de ciencia. A partir de este momento Flingar se independiza del yugo imperial y mediante este sencillo acto gana su propia soberanía, para que seamos libres todos los flingardianos de manejar nuestros destinos y el de nuestra gran nación. Señores, el día de hoy a nacido un nuevo imperio: Flingar Imperialis!


Los gritos de exaltación no se hicieron esperar. Como un reguero de pólvora, las novedades transitaron todo Flingar. Al día siguiente se cargó a todos los seguidores del culto de Sigmar enviados por el Emperador en una gran caravana de la que participaron al menos 130 tanques de vapor. Junto a la caravana fue despachado un gran grupo de diplomáticos para explicar en la capital del Imperio los motivos, razones y accionar de los flingardianos, y con la esperanza de poder seguirse tratando con las demás provincias imperiales.



Ciudad de Minsk.





Hubo muchas lágrimas, sobre todo con la partida de algunos sacerdotes, porque bien es cierto que los flingardianos rechazan la religión pero también es cierto que no toda devoción es mala ni sus representantes corruptos. Por eso hubo miles de flingardianos que acompañaron cabizbajos, como si fuera un velorio, la partida de la caravana que llevaba nuevamente a los sigmaritas al Imperio. Tras la partida del último vehículo, las fronteras del Imperio Flingardiano se cerraron hasta nuevo aviso. Las patrullas entraron en estado de alerta máxima y todo Flingar se preparó para una invasión. Las fábricas comenzaron a trabajar para crear más piezas de artillería de variados calibres, más arcabuces y para refinar más pólvora. Los pequeño cuartos que los sigmaritas utilizaban como lugares de reunión para hablar con la gente sobre Sigmar fueron requisados por el gobierno y en ellos se instalaron depósitos de municiones. Muchos Maestros Ingenieros fueron ascendidos en las filas de la milicia y algunos incluso llegaron a ser jefes de ejércitos. El clima en todo Flingar fue de una tensa espera, y precisamente así es como los historiadores señalan el advenimiento de la octava era en los cálculos imperiales.




Póster propagandístico.






ACTUALIZACIÓN


Las noticias de otros pueblos no se hicieron esperar. El Conde Elector Martin Halls, desde Dubnia, envió un fastuoso cuerpo diplomático que leyó el siguiente mensaje ante el pueblo y los gobernantes de Flingar:




A Su Excelencia y al Pueblo de Flingar:

El Estado de Dubnia se compromete a dar pronto tratamiento a las solicitudes que oportunamente eleven ante esta Cancillería las autoridades de “Flingar Imperialis” y a poner en consideración del Poder Legislativo el plácet de los embajadores que Flingar designe oportunamente.

Es también menester expresar que el Estado de Dubnia respeta las decisiones soberanas adoptadas por el Pueblo flingardiano y coincide en la necesidad de que el Imperio comience un profundo debate político que garantice a todos los estados constituyentes una real autonomía del Poder Central y la participación ciudadana en las decisiones de Estado con el fin de conservar la unidad, la paz y el progreso, acorde con la nueva era iniciada y cuyos cambios ya resultan insoslayables y perentorios.

Es por esto que el Estado de Dubnia, en virtud de los lazos de amistad que la unen al pueblo de Flingar, seguirá garantizando su total apoyo militar ante cualquier agresión extranjera de los enemigos del Imperio así como mantener el intercambio comercial.

Sin embargo, y recordando la máxima del Conde Elector Martin Halls: “Dentro del Imperio Todo, fuera del Imperio Nada”, es voluntad y compromiso del estado dubnio impulsar y seguir insistiendo en las reformas estructurales del Imperio desde adentro de éste y no incitando a la sedición, sin perjuicio como se ha dicho precedentemente, de respetar la decisión soberana de Flingar.

Por todo lo expuesto, es decisión de este Estado defender los derechos y decisiones de autodeterminación de las provincias imperiales, como así también es nuestra firme decisión que la única manera de lograr un nuevo modelo de organización política mas justo e igualitario debe alcanzarse en forma mancomunada entre todos los estados.


Larga vida al pueblo de Flingar.-

Estado de Dubnia, "Justicialismo, Igualdad y Progreso"





Así mismo una tribu de ogros cercana, conocida como la tribu de Ren Culoasesino, envió la siguiente carta manuscrita, redactada y escrita por Vecors Scriptus, escriba y representante exterior de los Ogros Matazombies:


"Kiang Matatanques quiere solidarizarse con Flingar, y llegado el caso reconocerlo como estado soberano. En el pasado los Matazombies y Flingar han tenido buenas batallas, y Kiang espera que así siga nuestra relación por mucho tiempo más (al menos hasta que pueda agregar un tanque flingardiano a su colección).

"Así es que se compromete a ayudar a su digno rival en caso de invasión. Más si viene del lado de Norland, que según parecieron escuchar algunos de los ogros toro, bajo la lluvia de plomo, el Conde Elector de Norland pensaba invadir Flingar en un futuro no muy lejano.
Abajo la magia, arriba la fuerza bruta, y salvas para la tecnología y el avance científico."

La segunda parte del saludo final fue más de parte de Vecors que de los ogros, pero si ellos comprendiesen lo que es la tecnología y la ciencia, seguro la abrazarían.







Otros pueblos, aún imperiales, no fueron tan tolerantes.
Nota hallada por una patrulla de Fingar en un mutilado cuerpo junto a los humeantes restos de un tanque MK3:

Oberkommando JK.
Colgare vuestra infecta cabeza junto a las de mi colección personal, no dare descanso a quienes cuidan tus fronteras, no habra paz para tu pueblo, arrasare tus campos, quemare tus ciudades, no dejare nada vivo a mi paso. ¡Os purgare a vs y a vuestro pueblo!
¡LO JURO POR SIGMAR!
Hans Puñohierro




Fue con gran desazón que los flingardianos perdieron el favor de Hans Puñohierro, antiguo aliado y colega imperial que incluso había luchado a su lado durante la gran invasión del caos. Sin embargo el futuro se veía prometedor aunque había incertidumbre en los corazones imperiales.


Poster para alistarse en los Hochland Korps.







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